Ya se escuchan las campanitas que cada fin de año, y se escucha sin parar. –que faltan tantos días para el mes o la época más linda del año. –que felices fiestas y felices pascuas.
Llega diciembre con su nieve artificial, sus lucecitas de colores y el olor a pólvora quemada. Llega Santa con sus renos de narices rojas y lleno de regalos de cartón. Encontramos nieve de duroport, y arbolitos plásticos. Abrigos para el frío y oferta de licores con muchachas de minifalda vestidas como Santa.
No me gusta Diciembre, me parece tan comprado, tan planeado, tan servil al consumo. Pareciera que por alguna extraña razón se tiene que ser bueno, como si por arte de magia todo el mundo cambiara, pero no cambia, solo muta.
Por eso prefiero noviembre. Por sus colores, por sus sabores, por sus olores. Por su fiambre, por sus barriletes, por su batido caliente en la plaza del pueblo. Por su aire invernal que no hiela tanto como el de diciembre.
Noviembre es mi mes preferido del año. Por sus cielos limpios y sus mañanas frescas. Por sus verdes marcados y por sus atardeceres. Me gusta divisarlo desde algún cerro cuando se despide cada día. Es un mes hermoso, porque hay una unión más especial con él. Después de la Semana Santa, lo siento más guatemalteco. No con ello digo que diciembre no sea tan guatemalteco, pero está más contaminado por la hibridización comercial. Cuando vemos adornos hechos de manzanilla con Papa Noel. O nacimientos con torres de teléfono acartonados en ellos.
En Noviembre hay poco que comerciar. No más allá de sus vacaciones estudiantiles, época de la vida inolvidable. O los paseos a ferias novembrinas, en pueblos cercanos al mío. Talvez un paseo memorable en la feria local.
A todo esto, le sobra belleza e imaginación. Diciembre carece de ese encanto. Más allá de recibir regalos el 24 y fregar con la posada. Noviembre es mes para barranquear, salir a comer panes con jalea a un campo cercano. Es escuchar a la abuelita contar cuentos de espantos, aparecidos y dueños de cerros.
Aún no llega la histeria de diciembre, sus regalos caros y sofisticados. Porque en noviembre el regalo más bello es un barrilete que se vuela desde cualquier lado. Entretenimiento de horas, en la tarde. O salir a jugar pelota a la calle con los vecinos o los primos. Regresar con un rasgón en el pantalón o un morete en la rodilla. Pero, que al día siguiente milagrosamente se cura para jugar de nuevo.
Entonces las tardes se vuelven cortas y se juega en la oscuridad, sin ver el balón. O se corre a esconderse, porque en toda la tarde no se puso un pie en la casa.
Luego Diciembre con sus renos, que en países tropicales como éste, no se canocen más allá de los dibujos animados. O Santa Claus, como esa figura que entrega regalos a los niños buenos. Y que por supuesto tengan dinero para el mismo.
Noviembre es significativo para mí. Porque engloba un mundo en el soplido único del viento invernal que aún no se termina de establecer.
Noviembre es hermoso, pero más hermoso es recordar que antes del ocaso del año no hay una época tan especial y guatemalteca.
Llega diciembre con su nieve artificial, sus lucecitas de colores y el olor a pólvora quemada. Llega Santa con sus renos de narices rojas y lleno de regalos de cartón. Encontramos nieve de duroport, y arbolitos plásticos. Abrigos para el frío y oferta de licores con muchachas de minifalda vestidas como Santa.
No me gusta Diciembre, me parece tan comprado, tan planeado, tan servil al consumo. Pareciera que por alguna extraña razón se tiene que ser bueno, como si por arte de magia todo el mundo cambiara, pero no cambia, solo muta.
Por eso prefiero noviembre. Por sus colores, por sus sabores, por sus olores. Por su fiambre, por sus barriletes, por su batido caliente en la plaza del pueblo. Por su aire invernal que no hiela tanto como el de diciembre.
Noviembre es mi mes preferido del año. Por sus cielos limpios y sus mañanas frescas. Por sus verdes marcados y por sus atardeceres. Me gusta divisarlo desde algún cerro cuando se despide cada día. Es un mes hermoso, porque hay una unión más especial con él. Después de la Semana Santa, lo siento más guatemalteco. No con ello digo que diciembre no sea tan guatemalteco, pero está más contaminado por la hibridización comercial. Cuando vemos adornos hechos de manzanilla con Papa Noel. O nacimientos con torres de teléfono acartonados en ellos.
En Noviembre hay poco que comerciar. No más allá de sus vacaciones estudiantiles, época de la vida inolvidable. O los paseos a ferias novembrinas, en pueblos cercanos al mío. Talvez un paseo memorable en la feria local.
A todo esto, le sobra belleza e imaginación. Diciembre carece de ese encanto. Más allá de recibir regalos el 24 y fregar con la posada. Noviembre es mes para barranquear, salir a comer panes con jalea a un campo cercano. Es escuchar a la abuelita contar cuentos de espantos, aparecidos y dueños de cerros.
Aún no llega la histeria de diciembre, sus regalos caros y sofisticados. Porque en noviembre el regalo más bello es un barrilete que se vuela desde cualquier lado. Entretenimiento de horas, en la tarde. O salir a jugar pelota a la calle con los vecinos o los primos. Regresar con un rasgón en el pantalón o un morete en la rodilla. Pero, que al día siguiente milagrosamente se cura para jugar de nuevo.
Entonces las tardes se vuelven cortas y se juega en la oscuridad, sin ver el balón. O se corre a esconderse, porque en toda la tarde no se puso un pie en la casa.
Luego Diciembre con sus renos, que en países tropicales como éste, no se canocen más allá de los dibujos animados. O Santa Claus, como esa figura que entrega regalos a los niños buenos. Y que por supuesto tengan dinero para el mismo.
Noviembre es significativo para mí. Porque engloba un mundo en el soplido único del viento invernal que aún no se termina de establecer.
Noviembre es hermoso, pero más hermoso es recordar que antes del ocaso del año no hay una época tan especial y guatemalteca.
Angel Elías
Comentarios
Mi mes preferido es febrero porque es un mes loco aquí y ya no sabes si lloverá, hará frío, o calor y saldrán las primeras flores. Adoro febrero porque es anárquico.
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Saludos.