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Cuando se cierra el camino

Ilustración: La muerte de Adonis


...y sigo con la pensadera por el tiempo. Recientemente, me dediqué a buscar a algunas mujeres que de cierta manera significaron algo en mi vida. Fue un día de febril curiosidad por reconocerlas, por escucharlas, de estar al corriente, que ellas, al igual que yo, estamos allí, a pesar de los pesares. Pero mi egoísmo es tan grande y tan profundo que no encontré a nadie. Resulta que todas, y digo absolutamente todas, las mujeres que me empeñen localizar simplemente ya no están. Ya no queda ninguna. Que por una u otra causa han desaparecido, por lo menos de mi vida.
Realmente no creo malo que busquen mejor horizonte, ni que busquen nuevas fronteras, lo que me molesta es enterarme de último. Que haya sido quien haya estado en la fila de espera toda una tarde, para que me digan que nunca hubo servicio.
Es de aclarar que no las culpo por partir hacia mejores lugares, que al fin y al cabo, es mejor que aguatarse mis cóleras y mis berrinches, por ello, talvez me alegra que hayan tomado ese paso. Pero me molestó, en su momento, que en ese paso, yo haya sido el sacrificio. Es que ¿Quién desea salir de la vida de alguien completamente? Salir de esa vida que tanto significa para uno.
A veces nos ferramos a una idea, a una persona, y que cuando la perdemos sin opción a recuperarla, nos damos cuenta que jamás estuvo con nosotros. Que almacenamos y gastamos nuestras fuerzas para que en un soplido de verdad se nos derrumbe nuestro castillo de nubes.
Es una especie de vuelta del exilio donde ya nada nos parece como antes, ya nada nos es igual, ya nada nos pertenece porque no lo hemos visto crecer. Porque nuestros ojos no han sido testigos de tan radical cambio.
Traté de localizar a mujeres que ahora han desaparecido. Creo que es el destino de todos, desaparecer, aunque no nos demos cuenta. Nos fugamos de la vista de quienes alguna vez nos rodearon, sin percatarnos. Llegamos a formar parte del imaginario de alguien y desaparecemos sin dar señas de dónde encontrarnos.
Entonces en algún punto alguien nos busca y no nos encuentra. Y se pone triste por nosotros, porque nunca nos dijo que nos amaba, que ahora nos extraña y que daría cualquier cosa por volvernos a ver, por unos minutos. No lo sabemos, como no sabemos cuánta gente perderemos de aquí en adelante, porque los caminos del destino son maquiavélicamente torcidos. Tan torcidos, que talvez ya no nos reconoceremos, nos temeremos hablar o dudaremos de nuestra capacidad de recordarnos.
Porque nos encontraremos una vez más, en cualquier lugar, talvez sin que nos veamos, pero sí coincidiendo en el mismo espacio. Y talvez seremos desconocidos con una pañalera al hombro, o un pagando la última mensualidad de la casa o volviendo al país después de tanta ausencia.
Pero, nos encontrarán, los encontraremos. Y en ese momento desaparecerá de un plumazo todo el tiempo transcurrido y ese vacío que nos dejaron en el alma. Porque será encontrarse irremediablemente con el pasado, que aunque ya no es el mismo, sí nos devuelve por un momento la tranquilidad.
Y nos creemos, otra vez, jóvenes, amantes, amigos, novios, hermanos, o esposos, pero la ilusión dura poco, ya que el tiempo pasó y no ha sido en vano. Porque ya no somos nada, sólo el recuerdo dulce de un pasado común.
Recorrer los caminos que llevaban a alguien y darse cuenta que, están vacíos, es duro, pero más duro es aceptar que ese camino ya no lo debíamos recorrer.
Mi amor propio ha sido golpeado fuertemente, pero a la vez ha sido una lección. Recordándome que las calles que surgen del reino llegan otras comarcas, y que eso es inevitable.

Angel Elías

Comentarios

Anónimo dijo…
Cuan cierto es lo que escribiste, gamp

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