
Pero tampoco es una necesidad. Este justificable término ha sido tomado muy propio por los snobistas de ahora. En realidad ¿Es una necesidad andar cargando este dichosos aparatito por todos lados? ¿Estaremos justificando nuestra carencia de relaciones humanas ante este artefacto?
El celular, como herramienta humana, es un beneficio tecnológico. Un adelanto a las comunicaciones. Ingrato verdugo que con tu ausencia esclavizas.
Hemos visto de todo, el caos que se provoca cuando una red de celular colapsa, pareciera que el mundo se derrumba y el advenimiento de la Gran Tribulación se aproxima. Hemos visto la angustia de la gente por no llevarlo consigo. Cuando, la misma población ha vivido por, muchos años sin conocer dicho beneficio. ¿En realidad en indispensable para la vida?
Un hombre sale de su casa, enciende el auto, regresa a la puerta, se siente desnudo, se revisa el saco, lleva sus papeles, documentos, cigarrillos, lentes para leer, el periódico está dentro dela auto, el beso a sus esposa cumplido, la chequera y dinero en efectivo. Después de este repaso se sigue sintiendo desnudo. El celular timbra dentro de la casa. Siente un alivio por encontrar la hoja de parra.
Ese sonido quisquilloso del móvil, es angustiante, gratificante, pero falso. Crea un tipo de dependencia. Pero solo aumentado por la masa. -¿Por qué no andás con el celular? Te he estado llamando toda la tarde
–Porque no quiero que me localices, además adoro tu rostro histérico y tu impotencia por mí. –Responde.
En la antigüedad el celular era símbolo de Status, de un nivel, que si se pudiera alcanzar, era un nivel de vida superior.
Luego, las cosas cambiaron y los celulares, no se hicieron más accesibles, sino se hicieron más comunes. Se necesita contar con cierto nivel de ingresos para mantener este capricho.
Lo mejor de no tener celular es que no hay que contestarlo, apagarlo cuando se entra a una reunión, pagarlo. Y eres ilocalizable.
Estar en una etapa silenciosa. Un silencio melodioso, un silencio justificable, un silencio del principio del mundo.
Tengo un miedo terrible para comprar uno de esos aparatos. Porque sé que ya nada será lo mismo, que tendré una cuenta más por pagar y un libro menos por leer. Que se me obligará a sufragar ese bendito aparato, solo por estar comunicado en este mundo digital.
Que entraré en pánico cuando me quede sin señal y que seré víctima de los mensajitos.
¿Qué me diferencia de la masa? ¿Qué hará en mí, esa diferencia?
¿Qué haré para no caer en el snob? ¿Las pláticas serán iguales de placenteras?
¿Beneficio? Espero que sí. De lo contrario, volveré a mi andaza solitaria y a un lujo que se pueden dar pocos.
El celular ya no es un lujo, es un lujo andar sin él.
El celular, como herramienta humana, es un beneficio tecnológico. Un adelanto a las comunicaciones. Ingrato verdugo que con tu ausencia esclavizas.
Hemos visto de todo, el caos que se provoca cuando una red de celular colapsa, pareciera que el mundo se derrumba y el advenimiento de la Gran Tribulación se aproxima. Hemos visto la angustia de la gente por no llevarlo consigo. Cuando, la misma población ha vivido por, muchos años sin conocer dicho beneficio. ¿En realidad en indispensable para la vida?
Un hombre sale de su casa, enciende el auto, regresa a la puerta, se siente desnudo, se revisa el saco, lleva sus papeles, documentos, cigarrillos, lentes para leer, el periódico está dentro dela auto, el beso a sus esposa cumplido, la chequera y dinero en efectivo. Después de este repaso se sigue sintiendo desnudo. El celular timbra dentro de la casa. Siente un alivio por encontrar la hoja de parra.
Ese sonido quisquilloso del móvil, es angustiante, gratificante, pero falso. Crea un tipo de dependencia. Pero solo aumentado por la masa. -¿Por qué no andás con el celular? Te he estado llamando toda la tarde
–Porque no quiero que me localices, además adoro tu rostro histérico y tu impotencia por mí. –Responde.
En la antigüedad el celular era símbolo de Status, de un nivel, que si se pudiera alcanzar, era un nivel de vida superior.
Luego, las cosas cambiaron y los celulares, no se hicieron más accesibles, sino se hicieron más comunes. Se necesita contar con cierto nivel de ingresos para mantener este capricho.
Lo mejor de no tener celular es que no hay que contestarlo, apagarlo cuando se entra a una reunión, pagarlo. Y eres ilocalizable.
Estar en una etapa silenciosa. Un silencio melodioso, un silencio justificable, un silencio del principio del mundo.
Tengo un miedo terrible para comprar uno de esos aparatos. Porque sé que ya nada será lo mismo, que tendré una cuenta más por pagar y un libro menos por leer. Que se me obligará a sufragar ese bendito aparato, solo por estar comunicado en este mundo digital.
Que entraré en pánico cuando me quede sin señal y que seré víctima de los mensajitos.
¿Qué me diferencia de la masa? ¿Qué hará en mí, esa diferencia?
¿Qué haré para no caer en el snob? ¿Las pláticas serán iguales de placenteras?
¿Beneficio? Espero que sí. De lo contrario, volveré a mi andaza solitaria y a un lujo que se pueden dar pocos.
El celular ya no es un lujo, es un lujo andar sin él.
Angel Elías
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