Aunque pudiera parecerlo, no son tantos años los que me ando cargando. Sin embargo pertenezco a una generación post-guerra. Que vivió una niñez fuera del alcance de las bombas. Esas estaban escondidas en las montañas todavía. No se había firmado la paz, pero tampoco se estaban matando en la montaña. Eran tiempo de las casettes, de los rollos para cámaras de 110 mm. El fulgor de las polaroid en al zoológico la Aurora. Era tiempo en los cuales la computadora era un invento chino y el internet, simplemente no existía. Cuando para llamar a los parientes de la capital existían los teléfonos comunitarios. Que cuando los llamaban a uno, les iban a avisar a la casa.
En mi época parvularia, que fue en escuela nacional, no tenía mochila. Llevaba mis cuadernos en una bolsa transparente y la refacción era un banano. Daban refacción en la escuela galleta escolar que venían todas en una bolsa del gobierno. Se podía comprar casi cualquier cosa con veinticinco centavos. Los helados de la tienda de mi tío costaban 5 centavos; había de fresa, crema y chocolate. Con cincuenta centavos, una galleta y un chato. Las calles de mi pueblo eran todavía empedradas.
Eran años de los supersónicos, los transformes, la tortuga d'artagnan, del Lagarto Juancho. Era tiempo de granizadas en vaso de vidrio. ¿Sabores? Sólo de fresa. De la gaseosa Naranjita. Para aquellos años mi primera BMX. Que todavía está. Luego el juego de canicas, la colección de He-Man, y lo que más recuerdo es la figura de Orco.
De pequeño probé los Zipis. Los viajes a la capital eran tortuosos. Pero se recuerda Esquilandia. Se recuerda Pizza Grizzly. Allá por el periférico. Aunque para ser sincero, no probé nunca pizza, hamburguesa o Mac, hasta cuando ya estaba bien grande. No digamos una cajita feliz. Aunque si me enteraba de todo ello gracias a Jenie la Genio Feliz. Funciones de teatro en el Abril.
En el pueblito llegó un circo. Payasos y acróbatas. Mi padre me llevó y me compró un avión de durport. Que luego intentamos volar sin éxito alguno. Fue un domingo en la tarde.
En la escuela de párvulos, estudié con mis primas. Fui caballero de la reina del carnaval. Dije mi primer poema a la niña 15 de septiembre. Me dieron mi primer puñetazo. Me escapé por primera vez para regresar a casa.
En la casa, abuelita con manías con sal. Mi otra abuelita con bananos de domingo cuando regresaba del mercado. A los años lo recuerdo y me doy cuenta que ese camino recorrido hace de esta existencia menos pesada. Un poco más leve. Soportable
Porque estamos construidos de recuerdos. Algunos palpables otros forzados. Pero recuerdos al fin. En los años de párvulos, tuve mi primer amigo, con quien regresaba a la casa, el colocho. Probé el pegamento blanco… ciertamente todos los niños del aula comían pegamento. No le hallé gusto. Para mí no había nada como las manías doradas en comal de mi abuelita.
Ángel Elías
Comentarios
Hace algunos años platicaba con una señora que conocí durante mi niñez. Recordábamos. Después de hablar de tantas cosas pasadas, ella suspiró. Dijo que cuando uno se ponía a recordar cosas que ya no existían, era una clara señal de que estábamos viejos. Le dije que tenía razón, pero en algo me aventajaba ella, me doblaba la edad. Talvez sea que ahora hemos envejecido más rápido o que las cosas cada vez duran menos. No sé.
En todo caso lo que si sé es que es grato recordar!
Abrazos compa! Nos vemos!
Es cierto todo lo recordamos como nos conviene
Engler... tenia un amigo que me contaba sobre el mundial porque yo no lo vi... claro es gratisimo recordar y saber que la vida continua a pesar de los pesares.
Nos toca entusiasmarnos pensando que el mañana será mejor. tiene que serlo