Al verla allí todo fue algarabío. No es para tanto, le dije al conserje. A ella la recuerdo de trencitas y pantalones cortos. Vivía frente a la casa y todos los días llegaba a comprar jocotes congelados. Son veinticinco centavos, nena, le decía cada vez que llegaba. Creo que estaba enamorada de mí, porque llegaba a cada rato y todos los días. Fue nuestra mejor compradora de jocotes congelados. Me veía con sus enormes ojos, se sonreía y se iba corriendo. Cruzaba la calle y se metía a su casa. Seguramente se la pasaba chupando el jocote por toda su casa. Una vez se le perdió su gato. Llegó llorando preguntando por él. Realmente me dio pena por ella. Pasamos toda la tarde buscándolo. No lo encontramos juntos. Más tarde seguimos, le dije y ella solo resoplaba. Unas horas después encontré al gato en el jardín de uno de los vecinos. Estaba muerto, le dieron veneno. Al día siguiente le regalé un gato a ella. Creo que tu gato se fugó a gatópolis, le dije al entregarle el gato que había conseguido. Ella se puso feliz con el gato, le puso mi nombre al gato. A los años nos fuimos de aquel vecindario, no me despedí de la niña de los jocotes y no volvía a saber de ella.
No es para tanto, le decía al conserje mientras todos los noticieros daban la noticia que Jessica, era una de las diez finalistas de Miss Universo. Se miraba más bonita chupando jocotes congelados. El conserje no me creyó.
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Un café. La lluvia. Ciudad. Una fuente. Agua en ella. Las sillas blancas. Un caramelo. La niña de trenzas. Una mujer buscando refugio. Mujer en las pupilas. Hombre con kilómetros a cuestas. Un autobús en la parada. Un anciano pidiendo direcciones. Una cocinera de tacos. Una carreta de tacos. Viento fuerte. Autos pasando. Calle mojada. Calle de arriba inundada. Brisa en el parabrisas de un auto verde. Taxi. Niña con rosas en las manos. Venta de rosas. Edificio. Un anillo. Una mano. Otra mano. Una tercera mano. Una conversación obtusa. Sonrisa. Complacencia. Felicidad. Combinación rara. Recuerdo de ónix escondido. Cámara fotografiada. Maletín. Cerrado. Recuerdos. Lluvia intensa. Truenos. Rayos. Un café. Un adiós.
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Te dejo ésta de lectura. La anterior también, la que viene pero principalmente la que no está escrita.
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Esa tarde llegó cansado, llevaba unos platos empacados. Vio que su hijo había crecido. Que tenía ya esposa, que ella se sorprendió al verlo. Él se sentó frente al televisor. Tomó la cerveza que encontró en el refrigerador. Raquel entra a escena. Le tira los platos, como hace muchos años. Él se levanta y sale a compra otros platos, a tardarse otros diez años.
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Ángel Elías
Comentarios
Muy buenos tus textos...
:D
Claro que me recuerdo que me dijo, en todo caso, usted la quiere ver, invitela uste... jajajaja (tan grosero que es uno)