Haciendo un hermoso recorrido por la imaginación de estos tiempos, me doy cuenta que ya nuestra sociedad está en un estado calamitoso. Recientemente vi en la televisión a un pastor evangélico que decía que la Navidad era una fiesta satánica e idólatra. Ciertamente, me causó curiosidad su argumento y me quedé escuchando. Sus explicaciones aunque descontextualizadas, parecían tener sentido, aparentemente. Éste argumentaba que la navidad coincide con la celebración de deidades paganas de Egipto, Roma y países nórdicos. Según el pastor, toda celebración en estas fechas está ligada a fiestas y bacanales. Asumo que celebrar un cumpleaños en estas fechas, debe ser igual de blasfemos a los ojos de dios.
Ciertamente, esta población esta enferma y con necesidad de atención, como aquel adulto que no tuvo ningún aprecio de pequeño. Sin embargo cada vez que veo, la televisión me doy cuenta que esta celebración cristiana cada vez queda resumida a un sobrealimentado viejito vestido de rojo, y que ríe por cualquier estupidez. De la navidad cristiana empieza a quedar poco. Es que la sociedad de consumo, nos dice que tenemos que sumirnos en la frenética necesidad de comprar regalos. ¿Es que acaso ese sentimiento compulsivo tiene una explicación más profunda desde el contexto social? Puede que la sociedad en la que vivimos, tan llena de violencia e intolerancia, tenga un vacío tan grande que solo puede ser llenada con regalos tontos y felicitaciones forzadas.
Y es que estas fiestas se llenan de convivios absurdos, llamadas melancólicas, voracidad comercial y un vacío existencial en el alma. ¿Qué nos queda después de todo? Un sentimiento de soledad tan grande que nos sumergimos en la tristeza de la navidad. Un amigo decía que no encontraba canciones alegres en estas fiestas. ¿Fiestas? Fechas propicias para borrar la memoria con trago. Claro, existen notas alegres para estas actividades, pero no son escuchadas. Simplemente son rellenos musicales en centros comerciales abarrotados de compradores compulsivos, y que subconscientemente les recuerdan que esta puede ser su navidad.
Aquel pastor debe de tener algo de razón, estas fiestas cristianas deben tener algo de malévolo. Vuelven a las personas insensibles al dolor ajeno, donde reina el egoísmo, la apatía y el desinterés por conocer al otro. Y eso que somos un pueblo altamente cristiano, ¿Y si no lo fuéramos?
Somos ese país de sueños pequeños y de grandes problemas. Somos el país de las eternas contradicciones. Donde germina la semilla de la incertidumbre y la pesadumbre. Donde cualquier tipo sale en la televisión tratando de fanatizar a las personas con una creencia que sale completamente del contexto. Pero lo más lamentable es que hay gente que le crea.
Porque somos animalitos indefensos, ante todo, somos ovejas del rebaño, somos llevados por el pastor, por la televisión, por un gordo barbado que nos dice que compremos, por fanáticos religiosos, por locos con poder, por todo tipo de esperpentos que hacen de nuestras sociedades, sociedades enfermas y muy manejables.
Para esta navidad, el deseo general, entre la muchedumbre horrorizada por no saber qué comprar y el frenesí pre-navideño debería ser aquella frase de Víctor Muñoz: Lo único que quiero es que se detenga el tren.
Ángel Elías
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Por cierto, este sábado es lo del Club de Lectura en el CCEG? Espero que no anden muchos conquistadores por allí...