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Tomado de FB de Eduardo Villalobos. |
Hace un par de años nos encontramos en esa calle, era
domingo y ya casi la hora de almorzar. Veías hacia algún lugar, nada en
específico. Tu vestido largo jugaba con el viento de verano, era largo sonriente,
claro, los vestidos en ti, siempre sonríen; solo te faltó el sombrero para
recrear la imagen mediterránea del amor. Estabas en aquella esquina, nos
abrazamos y nos dimos un beso corto y sin protocolos esa tarde. Te divisé en la distancia, y sin que me vieras me acerqué, para que me
reconocieras y se te iluminó por un instante la mirada. Aquella esquina,
contigo era la representación del amor que te tuve. Muchos meses después te he
recordado al pasar por aquella esquina, tú con tus sandalias y yo con tu brazo
bajo el mío. Comimos cerca y luego cada uno se despidió.
Son escenas que se
repiten constantemente, con parejas distintas, en casos similares, en la misma
esquina. ¿El amor en este país existe? O es solo la ilusión incompleta de
nuestro imaginario.
Hoy, en aquella esquina hubo asesinatos. No figurados, fueron reales.
Tres personas murieron, unos policías se involucraron en un enfrentamiento con delincuentes. Son también escenas
cotidianas, la violencia en su vorágine aplasta los bellos recuerdos de una
Guatemala que puede ser mejor. Se roba lo mejor de nosotros y nos vuelve
desalmados. Un charco de sangre se acumuló en la misma acera donde nos vimos, y
la gente se agolpó para ver aquel espectáculo de sangre. Un cadáver sobre un
charco rojo. Es triste que nuestros recuerdos queden resumidos a estadísticas
de crímenes. Servidores públicos fallecieron en nuestros recuerdos.
En este país no se puede amar, ni tener un buen recuerdo sin que
no esté lleno de sangre. Bien lo dijo el poeta, en este país es difícil amar
sin pisar los cadáveres desperdigados en el tiempo.
La sangre ya tomaba un color intenso y a ponerse
gelatinosa. Los locales de esa esquina cerraron sus puertas, nadie quería ver
la realidad. Las pesquisas acabaron, aquel cuerpo fue llevado en una patrulla, quitaron
la cinta amarilla, las personas se diluyeron, y las luces de aquella avenida
empezaron a encenderse nuevamente y los
locales empezaron a recibir clientes, acá no ha pasado nada.
La venta de comida rápida, donde sucedió el asesinato abrió
nuevamente, y limpió la escena, acá no ha pasado nada. Llegarán otros amantes,
se besarán, sonreirán, y acá, en este país no ha pasado nada.
Ángel Elías
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