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¿La guerra valió la pena? |
Acá como todo es a medias, la izquierda es una sombra casi inentendible
de rebeldía ante un sistema que se río muchos años de ella. Claro, la izquierda de este país es mediocre, alicaída
y trasnochada. En la década de 1960 y 1970 el levantamiento rebelde tuvo
grandes ideólogos que hicieron de ese movimiento una opción para elegir, a
partir de allí, solo existe un vaho existencial que no define su tendencia.
Para los romanticos del movimiento de izquierda en Guatemala, esta guerra no tuvo nada de romántico.
En la década de 1980 la guerrilla guatemalteca era un
ejército sin posibilidad alguna de ganar la guerra. Hace poco leí el diario
militar, cuyo contenido se dio a conocer a finales del siglo pasado y entendí que la guerrilla estaba totalmente
controlada, visible para las fuerzas de seguridad. Eso indica que el ejército
pudo acabar la guerra en cualquier momento. ¿Por qué no lo hizo? La guerra es
negocio. La potencia mundial apoyaba una guerra fría frente a la invasión
comunista y eso representa apoyar a los países en peligro, y con ello buen
dinero. Es un excelente negocio mantener una guerra y no acabar con los guerrilleros,
porque al final son quienes les daban una excelente excusa para recibir los
dólares.
A todo ello, ¿quién sufría las consecuencias? El pueblo, que
se inmiscuyó en una guerra que no terminaba de entender y a la que dejó más de
algún familiar. Todo era un negocio para ambos bandos.
Ya en 1980 se apoderó de la cúpula de la guerrilla un
selecto grupo de personas que hicieron de aquel movimiento un modus vivendi, claro eran perseguidos,
muchos desaparecieron, pero fue una decisión personal al fin de cuentas. Sin
embargo, el pueblo, el que se quedó en medio puso la sangre, en aquella guerra
de egos; todo por tratar de alcanzar a los sandinistas o al movimiento de El
Salvador.
Al país llegó, para ese entonces, un movimiento guerrillero
nefasto y fracasado, que solo buscaba puesto políticos para replicar una
reforma marxista, imposible de aplicar en el país. ¿La razón? Para una revolución
proletaria se necesitan obreros, y en Guatemala, un país semifeudal, solo
existe semiesclavitud, imposible una revolución de esa manera sin que los
promotores de ella, en este caso el pueblo, debía tener educación.
El caballito de batalla de ese entonces era la guerra fría,
para ambos bandos, como ahora lo es el terrorismo, fue su gran negocio sobre el
sufrimiento del pueblo. Todos sacrificamos parientes en una guerra en la que
sus dirigentes, tanto ejército, como guerrilla gozan de puestos privilegiados
en la sociedad local.
Hay que tener claro que la guerrilla jamás iba a ganar la
guerra en Guatemala, porque era un movimiento tuerto, cojo y manco, que solo
esperaba que sucediera el milagro de la paz, para poder gozar del privilegio de
pertenecer a la izquierda.
Ángel Elías
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