¡Se Quemó! ¡Se Quemó!
Por Guillermo Paz Cárcamo
Gritaba desaforadamente la oligarquía: “algún banquero y varios terratenientes se felicitaron de su triunfo” dijo Alberto Fuentes Mohr, cuando fue defenestrado como Ministro de Hacienda por el entonces presidente Méndez Montenegro. Era el año 1968.
Todo había comenzado dos años antes cuando, llamado a ocupar la cartera de hacienda, pensó que para erradicar la violencia que ya había asesinado a su amigo Adolfo Mijangos, a los 28 del PGT y carcomía el país, era necesario: “resolver los problemas de miseria y de la ignorancia con reformas profundas”
Pero para hacer eso era necesario tener un poco plata y el gobierno no la tenía. Menos del 7% del Producto Interno Bruto (PIB) era lo que recaudaba el gobierno, uno de los más bajos del mundo y su mayoría, como hoy, provenía de los impuestos indirectos que paga la pobrería y los clasemedieros en el consumo. Fue entonces cuando, Fuentes, a instancias del mismo presidente, propuso una limitada reforma tributaria que pretendía que los que tienen más, paguen un poquito más; la eterna cantaleta, eternamente escarnecida por la oligarquía.
Su pretensión era elevar la recaudación un 0.8% -unos escasos 10 millones de quetzales- gravando las rentas sobre herencias, legaciones, pasajes aéreos e inmuebles cuyo valor excediera los diez mil quetzales. Buena parte de ese dinero iría a las municipalidades para proyectos de desarrollo y consolidar su autonomía. Tu Muni, por ej. recibiría 300 mil quetzales.
Pero no, el Cacif pegó el brinco, armó una tremenda batahola, como siempre, diciendo, como siempre: “Graves consecuencias podría traer la aprobación de esta ley…y de resultados funestos para el país” y rápidamente, como siempre, fue calificada de ley comunista, con lo cual al cabo de pocos días, como siempre, fue desestimada la iniciativa.
Quizá la euforia de llegar al gobierno hizo que Fuentes omitiera las enseñanzas de la historia tributaria local. Sabía que desde 1540 -en las actas del cabildo aparece- los Cacifes de la época resistían toda iniciativa de pagar al fisco -la Corona - Fuentes, también debía saber del rumor que una causa por la cual Castillo Armas fue sacado de escena, fue porque quiso gravar a los oligarcas beneficiados con nueva infraestructura y servicios de inversión pública. Esta ley nunca se aprobó y como siempre, paradójicamente en el gobierno más anticomunista, la ley también fue tildada de comunista por el Cacif.
Fuentes Mohr se defendió lo mejor que pudo, incluso salió airoso de la interpelación congresal, pero sin decir agua va, el presidente Montenegro lo quitó de Ministro de Hacienda y por eso los Cacifes gritaban eufóricos, ¡se quemó! ¡Se quemó! Para ellos, Fuentes no era un socialdemócrata, era un comunista más, porque para el Cacif los que pretenden hacerlos pagar un len más de impuesto, son simplemente comunistas, así se apelliden demócratas, cristianos, liberales, ecologistas y hasta anticomunistas.
Y Fuentes Morh, a sus ojos, oídos y corazón, fue desde entonces un comunista más, solo que con piel de oveja socialdemócrata.
Pero él siguió en el mismo riel y les dijo:
“No lograrán humillarme, no lograran afiliarme al ejército de los resignados impasibles. No sabía que suerte podía correr, pero me mantendría fiel a mi mismo; no lograrían encarcelar mi pensamiento”
Predicando:
“Ahora las reformas planteadas desde 1944, deben realizarse con más rapidez. Son muchos los años perdidos.”
Amaba su tierra y su gente por eso fue asesinado, por los mismos, un aciago día de 1979.
De nada valió que fuera secuestrado por la guerrilla y la policía; de nada sirvió fuera un distinguido canciller, audaz ministro, ni diputado, ni reconocido funcionario internacional, ni apreciado político demócrata, ni brillante intelectual, ni la Orden del Quetzal. Era comunista y punto.
Todo había comenzado dos años antes cuando, llamado a ocupar la cartera de hacienda, pensó que para erradicar la violencia que ya había asesinado a su amigo Adolfo Mijangos, a los 28 del PGT y carcomía el país, era necesario: “resolver los problemas de miseria y de la ignorancia con reformas profundas”
Pero para hacer eso era necesario tener un poco plata y el gobierno no la tenía. Menos del 7% del Producto Interno Bruto (PIB) era lo que recaudaba el gobierno, uno de los más bajos del mundo y su mayoría, como hoy, provenía de los impuestos indirectos que paga la pobrería y los clasemedieros en el consumo. Fue entonces cuando, Fuentes, a instancias del mismo presidente, propuso una limitada reforma tributaria que pretendía que los que tienen más, paguen un poquito más; la eterna cantaleta, eternamente escarnecida por la oligarquía.
Su pretensión era elevar la recaudación un 0.8% -unos escasos 10 millones de quetzales- gravando las rentas sobre herencias, legaciones, pasajes aéreos e inmuebles cuyo valor excediera los diez mil quetzales. Buena parte de ese dinero iría a las municipalidades para proyectos de desarrollo y consolidar su autonomía. Tu Muni, por ej. recibiría 300 mil quetzales.
Pero no, el Cacif pegó el brinco, armó una tremenda batahola, como siempre, diciendo, como siempre: “Graves consecuencias podría traer la aprobación de esta ley…y de resultados funestos para el país” y rápidamente, como siempre, fue calificada de ley comunista, con lo cual al cabo de pocos días, como siempre, fue desestimada la iniciativa.
Quizá la euforia de llegar al gobierno hizo que Fuentes omitiera las enseñanzas de la historia tributaria local. Sabía que desde 1540 -en las actas del cabildo aparece- los Cacifes de la época resistían toda iniciativa de pagar al fisco -la Corona - Fuentes, también debía saber del rumor que una causa por la cual Castillo Armas fue sacado de escena, fue porque quiso gravar a los oligarcas beneficiados con nueva infraestructura y servicios de inversión pública. Esta ley nunca se aprobó y como siempre, paradójicamente en el gobierno más anticomunista, la ley también fue tildada de comunista por el Cacif.
Fuentes Mohr se defendió lo mejor que pudo, incluso salió airoso de la interpelación congresal, pero sin decir agua va, el presidente Montenegro lo quitó de Ministro de Hacienda y por eso los Cacifes gritaban eufóricos, ¡se quemó! ¡Se quemó! Para ellos, Fuentes no era un socialdemócrata, era un comunista más, porque para el Cacif los que pretenden hacerlos pagar un len más de impuesto, son simplemente comunistas, así se apelliden demócratas, cristianos, liberales, ecologistas y hasta anticomunistas.
Y Fuentes Morh, a sus ojos, oídos y corazón, fue desde entonces un comunista más, solo que con piel de oveja socialdemócrata.
Pero él siguió en el mismo riel y les dijo:
“No lograrán humillarme, no lograran afiliarme al ejército de los resignados impasibles. No sabía que suerte podía correr, pero me mantendría fiel a mi mismo; no lograrían encarcelar mi pensamiento”
Predicando:
“Ahora las reformas planteadas desde 1944, deben realizarse con más rapidez. Son muchos los años perdidos.”
Amaba su tierra y su gente por eso fue asesinado, por los mismos, un aciago día de 1979.
De nada valió que fuera secuestrado por la guerrilla y la policía; de nada sirvió fuera un distinguido canciller, audaz ministro, ni diputado, ni reconocido funcionario internacional, ni apreciado político demócrata, ni brillante intelectual, ni la Orden del Quetzal. Era comunista y punto.
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