
La mañana del sábado doce de noviembre de 2005 en el municipio de San Martín Jilotepeque sus habitantes no se imaginaban lo que estaba a punto de suceder.
Resulta que la noche anterior, se celebró la feria patronal, por lo que las actividades del sábado se vieron suspendidas por el feriado del día anterior.
Esta situación fue aprovechada por algunas personas, en su mayoría jóvenes, que desde muy temprano llegaron a invadir el cerrito del Calvario local.
Ya la mañana estaba transcurrida y sobre el atrio ya tenían un par de bocinas, una mesa, varias sillas dispuestas para un público y un par de micrófonos.
La expectativa local acerca de lo que pretendían estos jóvenes era evidente, la gente se acercaba y preguntaba. Los vecinos del lugar salían a sus puertas y estaban pendientes de cada movimiento en las cercanías de sus casas.
El escenario para la fechoría se preparaba. Pero ¿qué se pretendía con este montaje?
La mañana se diluía con el trascurso de las horas, mientras se acercaba el momento de develar la razón de tanto movimiento sospechoso. Entre el grupo, gente colocaba sillas, otros modulaban sonido, otros arreglaban detalles.
El escenario estaba listo para aquella picardía, se pretendía romper la cotidianidad, de explorar en un lugar poco convencional con algo inusual, ellos pretendían arriesgarse con Poesía.
El doce a las doce del medio día se realizó una lectura de Poesía en el cerrito del Calvario, en San Martín Jilotepeque, Chimaltenango. A la cual llegaron conocidos poetas locales y nacionales. Quienes interactuaron con su poesía en una fechoría llamada Doce a Las Doce.
Este tipo actividades que realmente se realiza poco fuera de los límites de la cuidad capital, fue organizado por iniciativa de jóvenes locales quienes a pesar de la inexistente tradición literaria o para este tipo de eventos se decidieron a aventurarse en este reto.
Las doce del mediodía era el punto de partida para esta actividad. En un principio, la gente veía de lejos, con cierto desconcierto, pero con el transcurrir del tiempo se fueron acercando, para saber de qué se trataba el alboroto.
El sol de medio día fue benévolo, y la brisa se hizo sentir, haciendo de la tarde un momento cálido placentero.
La gente a cuentagotas llegó, apareciendo por las calles que rodean el lugar, invadidos por la sana curiosidad por la literatura.
La lectura se inició con Óscar Flores (profesor local) y José Antonio Toledo (integrante del colectivo Folio 114), quienes tocaron temas como el amor y reflexiones filosóficas.
Luego la Lectura estuvo a cargo de Juan Carlos Lemus (escritor y columnista de prensa) y Emilio Solano (poeta capitalino), quienes leyeron parte de sus materiales poéticos. Fernando Ortiz, (escritor antigüeño) se hizo presente con material escrito de su autoría. Para cerrar el ciclo todos los poetas leyeron otra ronda de poesía.
Ya había trascurrido una hora de poesía sin que nadie se moviera de sus asientos. La curiosidad hizo su trabajo. Quienes llegaron talvez movidos por el morbo se quedaron por un poco de cultura.
La actividad cerró con una espinita poética incrustada, con las ganas de querer escuchar más, de conocer acerca de literatura. En esta ocasión la literatura tomó un lugar que pocas veces tiene y en un sitio donde poca gente apuesta por el interés hacia ella.
Al finalizar el evento el público se acerca a platicar con los poetas, a pedirle sus libros. El evento Doce a las Doce reunió a los poetas con un público desconocido con resultados que en un principio eran ignotos. Pero que fueron satisfactorios.
Luego del bullicio y la algarabía provocado por la poesía, el silencio reina de nuevo. Un silencio que según los organizadores no durará mucho tiempo.
Como rezaban los promocionales del evento: NO CORRA, LA CULTURA NO MUERDE. ¿Usted qué piensa?
Angel Elías
Resulta que la noche anterior, se celebró la feria patronal, por lo que las actividades del sábado se vieron suspendidas por el feriado del día anterior.
Esta situación fue aprovechada por algunas personas, en su mayoría jóvenes, que desde muy temprano llegaron a invadir el cerrito del Calvario local.
Ya la mañana estaba transcurrida y sobre el atrio ya tenían un par de bocinas, una mesa, varias sillas dispuestas para un público y un par de micrófonos.
La expectativa local acerca de lo que pretendían estos jóvenes era evidente, la gente se acercaba y preguntaba. Los vecinos del lugar salían a sus puertas y estaban pendientes de cada movimiento en las cercanías de sus casas.
El escenario para la fechoría se preparaba. Pero ¿qué se pretendía con este montaje?
La mañana se diluía con el trascurso de las horas, mientras se acercaba el momento de develar la razón de tanto movimiento sospechoso. Entre el grupo, gente colocaba sillas, otros modulaban sonido, otros arreglaban detalles.
El escenario estaba listo para aquella picardía, se pretendía romper la cotidianidad, de explorar en un lugar poco convencional con algo inusual, ellos pretendían arriesgarse con Poesía.
El doce a las doce del medio día se realizó una lectura de Poesía en el cerrito del Calvario, en San Martín Jilotepeque, Chimaltenango. A la cual llegaron conocidos poetas locales y nacionales. Quienes interactuaron con su poesía en una fechoría llamada Doce a Las Doce.
Este tipo actividades que realmente se realiza poco fuera de los límites de la cuidad capital, fue organizado por iniciativa de jóvenes locales quienes a pesar de la inexistente tradición literaria o para este tipo de eventos se decidieron a aventurarse en este reto.
Las doce del mediodía era el punto de partida para esta actividad. En un principio, la gente veía de lejos, con cierto desconcierto, pero con el transcurrir del tiempo se fueron acercando, para saber de qué se trataba el alboroto.
El sol de medio día fue benévolo, y la brisa se hizo sentir, haciendo de la tarde un momento cálido placentero.
La gente a cuentagotas llegó, apareciendo por las calles que rodean el lugar, invadidos por la sana curiosidad por la literatura.
La lectura se inició con Óscar Flores (profesor local) y José Antonio Toledo (integrante del colectivo Folio 114), quienes tocaron temas como el amor y reflexiones filosóficas.
Luego la Lectura estuvo a cargo de Juan Carlos Lemus (escritor y columnista de prensa) y Emilio Solano (poeta capitalino), quienes leyeron parte de sus materiales poéticos. Fernando Ortiz, (escritor antigüeño) se hizo presente con material escrito de su autoría. Para cerrar el ciclo todos los poetas leyeron otra ronda de poesía.
Ya había trascurrido una hora de poesía sin que nadie se moviera de sus asientos. La curiosidad hizo su trabajo. Quienes llegaron talvez movidos por el morbo se quedaron por un poco de cultura.
La actividad cerró con una espinita poética incrustada, con las ganas de querer escuchar más, de conocer acerca de literatura. En esta ocasión la literatura tomó un lugar que pocas veces tiene y en un sitio donde poca gente apuesta por el interés hacia ella.
Al finalizar el evento el público se acerca a platicar con los poetas, a pedirle sus libros. El evento Doce a las Doce reunió a los poetas con un público desconocido con resultados que en un principio eran ignotos. Pero que fueron satisfactorios.
Luego del bullicio y la algarabía provocado por la poesía, el silencio reina de nuevo. Un silencio que según los organizadores no durará mucho tiempo.
Como rezaban los promocionales del evento: NO CORRA, LA CULTURA NO MUERDE. ¿Usted qué piensa?

Comentarios
Me gustan tus textos. Intentaré enlazarte desde mi blog (espero poder hacerlo porque sé poco de esto).
Un fuerte abrazo desde España.
Intentaré enlazarte desde mi blog. Un saludo desde España.
Intentaré enlazarte desde mi blog. Un saludo desde España.