Hay un momento en el que nos separamos de nosotros para volvernos alguien distinto. Nos detenemos a preguntarnos ¿quiénes somos?. Este ejercicio, es un válido ejemplo que cuando necesitamos respondernos algo, nos acurrucamos en nosotros.
Volviendo al origen del mundo, de nuestro mundo, nos damos cuenta que el tiempo es una ficción inventada por nosotros para infundirnos miedo ante lo irremediable. Es una ficción que creemos necesitar.
¿Podríamos vivir sin tiempo? ¿Podríamos organizarnos sin el cronómetro sobre nuestras cabezas? ¿Podemos vivir sin preocuparnos de él?
Las ficciones inventadas por el hombre nos ayudan a justificar nuestras necesidades básicas. Y que con ello “aparentemente” no resulten tan primitivas. ¿Es que el amor, no es simplemente una excusa para sentirnos bien o para conseguir otros resultados? Que obviamente no tienen algo de malo, que son simplemente necesidades primarias, como la reproducción, por ejemplo.
El tiempo entra en esa disyuntiva. ¿Existe el tiempo más allá del significado que le queremos dar? Entonces ¿El tiempo es el mismo para todos? ¿Hay uniformidad en éste?
La realidad es una para todos. Una mesa es una mesa para todos. El objeto, tiene su explicación lógica, es la consecuencia del procesamiento de la materia prima y volverla un objeto distinto. Tiene su explicación racional. Un objeto de utilidad y que es consecuencia por resolver una disyuntiva de cómo sostener un objeto a cierta altura contradiciendo la ley de gravedad. Problema resuelto con la invención de la mesa. Entonces la mesa es mesa y ya. La concreción de la realidad. El problema radica cuando a esta realidad se le adhieren accesorios. Que hasta cierto punto la distorsionan. Entendamos que la mesa es una mesa objetiva. Pero en el subjetivismo la mesa deja de ser mesa para volverse: “el lugar donde estuvimos por primera vez” o ser un punto de referencia del tiempo, “el lugar donde se firmó la paz”, entonces esta realidad se vuelve una llena de ficciones y accesorios, que justifican nuestra necesidad de complicarnos y de justificar la realidad.
Las percepciones de la realidad se ven afectas por sensaciones dependientes o independientes de nosotros que la distorsiona o la acoplan a nuestras necesidades básicas. De esta manera podemos decir que cada uno vive una realidad que desea. Que hay tantas realidades como gente en el mundo y que el color rojo no es el mismo rojo para todos.
Una pregunta que me asaltó cuando tendría unos 8 años. Saber si el rojo de mi sangre era el mismo que yo veía y que veían mis compañeros. Si en realidad, era de la misma tonalidad e intensidad. O simplemente el que yo conocía como rojo, otros dentro de su percepción, lo veían como azul.
De allí parte la teoría de la muti-realidad. Donde nadie conoce el mundo sin sus accesorios. Y la realidad es la que nos hace felices o por lo menos nos hace existentes. Entonces la realidad que existe y que compartimos es la que queremos ver. Ya no hay más allá. Porque quienes están con nosotros aparentemente comparten nuestra realidad, pero también son parte de nuestras ficciones. Si no, porqué no los llegamos a conocer completamente y nos convencen las cualidades que queremos ver.
Los existencialistas tratan de una manera tosca de llegar a la realidad sin adornos. Pero se quedan cuando para lograr sus cometidos utilizan la realidad circundante. Se inhiben de su realidad para dejarse atrapar por otra.
Entonces el tiempo, pierde su valor, como un objeto y pasa a ser un subjeto. Porque así explicamos nuestra presencia en el mundo, muchas veces sólo por ver pasar el tiempo.
El origen del mundo es mucho más allá de lo que queremos ver.
(Continuará)
Angel Elías
Mi buen amigo Guillermo, escribió un artículo interesantísimo. Le Concedo el espacio ya que es un excelente material. ¡¡¡Que lo Disfruten!!! Mel Gibson’s montó una película cuya argumentación es una pura y simple extrapolación de algunos pocos hechos históricos de una sociedad que el cineasta llama Maya, pero que en realidad no corresponde, ni por las escenarios arquitectónicos, ni por el vestuario, ni la utilería, ni por las manifestaciones de la vida cotidiana de los pueblos mayas descritos por los cronistas españoles, sobre todo curas, a finales del siglo XVI. Y por otro lado, dada la tendencia de Gibson’s a magnificar lo sangriento, las bajas pasiones, con el fin de impactar a un público cinófilo ávido de violencia escénica, sediento de actos necrófilos, convierte el film en una desagradable y, a veces repulsiva, ficción del salvajismo de los humanos. La historia negra de l...
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Espero la continuación.
Un fuerte abrazo.