
Foto: Botero
El pan de cada día. Somos una sociedad muy violenta. Y a la vez reprimida. Que con la menor incitación explotamos. Somos consecuencia de pensar que las cosas se arreglan a golpes. Porque así fuimos educados, con la cultura de la violencia en la familia, en las aulas y no del diálogo. Por eso nos cuesta comunicarnos.
Y luego demostramos nuestra cultura de violencia en todos lados. Principalmente cuando estamos en grupo. La sociedad guatemalteca se reprime hasta que se forma parte de la masa. Por ello hay incidentes en estadios deportivos, en lugares públicos. Recientemente ocurrió un incidente, golpearon a un delincuente en una universidad privada, guiada por jesuitas. Pero acá en este país no es raro toparnos con fenómenos de esa naturaleza.
La violencia en este país impresiona desde todos los ángulos. Y son patrones que se repiten constantemente. Este país es habitado por gente violenta. Sin importar su nivel social. Muchas veces estigmatizada así. Vemos que desde universidades privadas hasta comunidades marginales y rurales el fenómeno siempre se repite.
Eso nos indica algo evidente. Todos bebemos de la misma fuente. ¿Qué nos hace tan violentos? La inseguridad y la incertidumbre a los poderes estatales son unas de las principales razones por las cuales demostramos nuestra frustración. Porque llegamos a ser una sociedad frustrada, llena de resentimientos y que no logra sanar. De allí en adelante las cosas no caminan bien. Luego nos damos cuenta que nada funciona y que todo es una gran trampa. Eso provoca un sentimiento de impotencia dentro del guatemalteco. Si me roban un celular… con violencia… la reacción debe ser violenta.
Tanto, estudiantes de universidad como campesinos del altiplano beben la misma frustración. Y tratan de enviar un mensaje claro. No confiamos. Luego vienen los linchamientos, las vapuleadas. Como un comportamiento social aceptado. Se lo merecía ese ladrón.
El problema radica en que poco a poco vemos con naturalidad a la violencia como un analgésico a la misma violencia. Preferimos agredir antes de ser agredido. Y usamos cualquier motivo para justificar esa agresión.
En Guatemala la violencia tiene que ver mucho con el sistema educativo, que no es nada participativo y hasta dictatorial. Es un sistema que reprime. Y tal como un volcán explota. Y es que se educa a golpes. Con autoritarismo.
Luego se pide que se actúe de la misma manera en todo. Hasta en el gobierno. Por ello muchos piden destacamentos militares en lugares rojos. Uno por la ineptitud del sistema de justicia y seguridad en este país y por otro se recuerda la severidad del ejército en la guerra. Por ello comunidades que fueron golpeadas por la guerra, ahora piden al ejército. En su memoria tienen fresca la forma violenta y severidad del trato hacia sus comunidades. Y esperan que en este tiempo de paz, actúen con la misma drasticidad con la delincuencia con la que fueron perseguidos años atrás.
El guatemalteco piensa que las cosas aquí se arreglan a trancazos, ¿Qué, no? pregúntele a cualquiera…
Ángel Elías
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