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El rostro roto de la muñeca

El caso de una niña asesinada el primero de enero de 2007, consternó a la opinión pública los primeros días del mes en Guatemala. Ciertamente este es un hecho condenable e injustificable desde cualquier punto de vista. Primero, por cegar de la vida a un Ser Humano y luego por que ese ser humano fue una niña.
Sucedió que un joven violó y decapitó a una niña de seis años. Dejando su cuerpo enterrado en un barranco cercano. Y la cabeza en un costal al fondo de ese mismo barranco. Un cómplice del hecho lo ayudó en este macabro y escalofriante acto.
Mucha tinta corrió por este deleznable acto. Y mucha correrá, porque los guatemaltecos cada vez nos acostumbramos a conocer de actos cada vez más grotescos y violentos.
La opinión pública se indignó y pide la pena de muerte para estos individuos. Pero, que en realidad será uno condenado, eso si llega a los tribunales. Porque la complicidad del otro no fue de manera directa, entonces no amerita la pena capital.
Lo que me parece increíble es que nadie se da cuenta que ese tipo de actividad, la que tanto repudiamos, es únicamente la consecuencia de nuestra sociedad enferma y decadente. Este criminal no es resultado de un experimento extraterrestre, ni un ser ajeno a la especie humana. Es el resultado de esta sociedad que habitamos.
Allí nos damos cuenta que el problema mental lo sufrimos todos, por crearlos. Caminamos en el filo de la locura y la paranoia. Y pedimos que todo indicio de nuestra locura sea eliminado. Porque pensamos que de esa manera todo se compondrá, sin que veamos esa máquina social que crea más torceduras mentales.
Tratamos de borrar de tajo, cualquier indicio de locura. Y no afrontamos la realidad palpitante. Porque nos quema, nos amedrenta y nos persigue. Pero está allí, sin que lo busquemos, porque desde hace tiempo la provocamos. Y vivimos sumergidos en una urbe lacerada y violenta; que en cualquier momento explota.
Estos dos tipos son, la sociedad que procreamos y reproducimos. Que no queremos ver y que deseamos eliminar.
Algo que sería fácil, pero que de todos modos no ayudaría en nada. Pero debemos aceptar que mientras no arreglemos el rumbo, habrá una macabra competencia por conocer hechos más sádicos. Y lo lograremos, porque a veces pienso, matamos sin razón y con placer. Educados para hacer el mal y el sufrimiento.
Los problemas mentales sufridos por los delincuentes, son los mismos de cualquiera. Pero que en su mente están súper dimensionados.
Talvez algún día comprendamos, entendamos y aceptemos que estamos enfermos, y que esta plaga avanza lentamente. Que este tipo de muertes, no son ajenas. Será cuando aceptemos necesitar ayuda y que el que está mal soy yo y no el otro.
¿Estaremos listos para salir de nuestro ensimismo? Y dejar de ver en la lejanía esta sociedad, como si en realidad no nos incumbiera.
La sociedad se cae a pedazos por un trabajo mal hecho. Y del cual ahora nadie tiene culpa. Estos delincuentes son solo la punta del iceberg, y bajo ese oscuro mar que no vemos se esconde un mounstro más grande y perverso. Que sigue replicando más humanos insensibles y violentos. Que no nos queramos dar cuenta, es un problema social y personal. Sin embargo allí está presto a cumplir con las malévolas expectativas.
Puede leer la trágica historia de la niña aquí. En un excelente reportaje de Paola Hurtado, a quien envío un caluroso abrazo.
Angel Elías

Comentarios

Gracias por el enlace, leí algo sobre el suceso. Existen muchas carencias, la ausencia de justicia, el desbordamiento policial, cuando no la corrupción del cuerpo. Muchas cosas a cambiar Ángel y tal vez por encima de todas el pesimismo de creer que siempre será así. Tan lúcido como siempre.

Abrazos.
Anónimo dijo…
Es cierto lo que nos queda es esperar que la violencia no nos explote sin que la sintamos. Que nos volvamos insensibles ante ella y lo más trágico, que nos acostumbremos a dormir con ella.

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