
La mañana del 25 de diciembre, entre dormitados y restos de cohetillos en las calles, un Niño sale corriendo. Cuando los primeros rayos del día aparecen en el horizonte, preparan al Niño para su carrera anual. Entonces las calles de algunos municipios de Guatemala, ven pasar a varias personas corriendo con un Niño Dios en una caja. Esta tradición que conserva la iglesia católica a través de las cofradías sirve para conmemorar el nacimiento de Jesucristo, es común en varios lugares de Guatemala.
Desde temprano, los cofrades, encargados de esta tradición, se preparan y se asignan los barrios que visitarán con el niño y el orden. Después de una pequeña oración salen presurosos hacia las calles con el niño en una cajita. Adornado por brichos, pino, flores de pascua y paxte, el Niño Dios recorre las calles locales.
Esta es una tradición que data de tiempos coloniales, donde los cofrades, vestidos con su traje ceremonial, salían con el Niño a visitar casas. Con el tiempo la costumbre se arraiga y se vuelve parte de la tradicionalidad nacional. Los cofrades en la actualidad aún salen con su traje ceremonial, acompañados de niños con coronas de paxte adornadas de flores de pascua. En algunos lugares conservan la tradición de correr con el niño en una cajita o en un anda especial. Donde se sostiene firmemente al Niño, con el fin de que no se caiga.
En otros lugares ya no corren sino simplemente con un tambor y una campana van anunciando su paso. La intensión del Niño es bendecir a su paso las casas de quienes lo reciben.
Tras el paso del Niño en San Martín Jilotepeque, Chimaltenango.

En punto de las ocho de la mañana, los grupos salen del atrio de la iglesia. Cada uno toma el camino opuesto al otro a modo de ir rumbo a los cuatro puntos cardinales. Yo me asigno al barrio en entrada del municipio. El barrio El Calvario. Pido autorización a los cofrades para poderlos acompañar en su travesía, aceptan extrañados por la petición, pero gustosos. El recorrido comienza por la primera calle donde los niños que nos acompañan llevan su corona de paxte y pascua. Uno lleva la campana y otro el incensario. Alguno de los cofrades va tocando el tambor, otro acepta las invitaciones para entrar a las casas. Un distinto mayordomo lleva al niño en una caja de madera adornado de brichos navideños, hojas de pino, flores de pascua y paxte.
Las puertas de las casas se van abriendo lentamente al escuchar el tambor y la campana del Niño. Unos por curiosidad y otros con la intensión de recibir la bendición del recién nacido. En la primera casa los pasan hasta donde está el nacimiento familiar. Bajo un árbol adornado se distingue un pequeño pesebre con el Niño Dios y sus padres rodeados por un sinnúmero de personajes en barro y plástico. Puestos seguramente por los niños de la casa. El musgo, el olor a manzanilla y el rojo de la pascua predominan en todos los nacimientos visitados. Se coloca al Niño Dios frente al nacimiento mientras la familia que lo recibe hace sus oraciones, seguramente con peticiones y agradecimientos. El niño encargado del incensario lo pasa donde oran los dueños de la casa y sobre el nacimiento. Pronto de una breve oración la familia besa la imagen del Niño Dios y se persignan frente a él. Luego dejan la ofrenda en una canasta que lleva uno de los niños que nos acompañan.

En seguida la familia invita a los cofrades a degustar de poche, galletas, manzanas, dulces tamales, y cuanta comida la familia haya degustado en la Noche Buena. Esta escena se repite en cada casa visitada. Un promedio de cien casas.
Los niños guardan la comida en mochilas que llevan en sus espaldas. O simplemente prueban un poco de cada cosa, con el fin de no llenarse completamente. Entonces se prueba un tamal distinto en cada casa o un poche diferente en cada visita. Porque no todas las familias lo preparan igual.
En cada casa hay un nacimiento distinto, con un toque personal. La jornada dura por lo menos hasta las 3 de la tarde cuando, después de un amplio recorrido, los Niños regresan a la Sacristía de la iglesia.
Nosotros regresamos a las 2 de la tarde. Bien comidos, pero cansados. Había dos niños, incluyendo al nuestro. Hacían falta dos barrios por regresar. En la sacristía los cofrades comparten los dulces y gaseosas con los que ya habían llegado.
Yo me despido de mis compañeros de carrera. Y voy en búsqueda de los otros dos Niños Dios para saber si me puedo meter de colada. Mi búsqueda es infructuosa y decido regresar a la casa. Ya en la habitación haciendo el repaso mental de la travesía escucho en la calle el tambor y la campana de uno de los Niños que aún no había vuelto a casa.
Ángel Elías

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