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La verdad poética existe solo en quien la dice y la recrea, es el invento más creíble de la existencia del escritor.
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A veces te dan ganas de escribir la mejor novela de la vida. La que cambie la historia de la literatura y le dé nuevos brillos. La ideíta de ese texto se mantiene, pero tu intelecto no responde. Esa gran idea es más grande que tu capacidad de interpretación. Simplemente no estás listo para tirar a los patos en el vuelo.
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El amor se puede conocer a la vuelta de la esquina, de cualquier esquina, comiendo algo, o bebiendo cualquier cosa, tal vez esperando el próximo bus. Está presente en esa esquina, sin que nosotros momento antes sepamos que está allí. Eso es de casi todos los días. El amor sabe que pasaremos en cualquier momento, y está listo para halarnos de la chaqueta.
Sin embargo somos demasiado agitadores del destino y nos encanta contradecirlo, por ello siempre tomamos el camino opuesto a nuestra ecuanimidad.
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Hay momentos muy fugaces cuando la mirada de una extraña se cruza con la de uno. En ese instante un par de ojos revelan que cualquier cosa en el mundo puede pasar. Que nada puede ser imposible. Pero, ambos callamos. Y ese instante compartido queda como un secreto mutuo.
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La Niña Agujero Negro, atrapa hacia sus interiores cualquier sentimiento y mirada que pase cerca de ella. Los captura y nunca los deja salir. Su belleza se ha llegado a compactarse en tan estrecho cuerpo, en la gravedad de su organismo, que esa belleza se vuelve densa y atrapa a todo espectador.
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Esa chica me ha volteado a ver. Creo que le intereso. Pero ¿Qué puede interesarle de mí? Es claro que ya nada en este mundo tiene sentido lógico. Porque nunca he tenido atracción con las mujeres, ellas buscan y huelen el éxito y yo no lo tengo. Pero ha quedado admirada con lo que hago, y eso le interesa. Entonces yo no le intereso, si no lo que hago. El enamoramiento puede que sea sólo la ilusión por la aureola de admiración que se emite.
Pero cuando eso cae, y la máscara de la perfectibilidad queda como un fiasco, ya no se huele a éxito. Ellas, las féminas, quedan desencantadas de su príncipe azul, y como todo buen sapo, saltamos hacia el estanque más cercano a ocultar nuestra derrota.
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Los días de la sequía, son los peores. La maldita incertidumbre frente a la hoja en blanco es insoportable. Esa ansiedad por desconocer en qué acabará todo, es un mal que no le deseo a nadie. El escritor no debe dejar de escribir por más de unos pocos días. Porque luego, dudará de lo que hace y de lo que puede hacer
Ángel Elías
Comentarios
Buenos textos Zip, Una vez más, Grcias Angel por regalarnos estas gotas de erudición...