
Alex, es un amigo de la infancia, con quien comparto complicidades. Hace poco llegó conmigo y lo noté un poco preocupado.
Eso es una tragedia –me dice. –Por un lado es de risa y por otro es como para echarse a llorar. –Sucede que este amigo está encerrado en una constate muy común. Esa constante un poco irónica donde él está enamorado de una chica y otra chica está enamorada de él. El problema radica, como en estas comunes historias, que Alex se ha enamorado irremediablemente de una chica que no le hace caso. Y a él, otra chica lo busca para conquistarlo, pero él no siente absolutamente por esta otra.
A todo esto, este amigo siente que el destino le lleva con una jugarreta descarada, donde quien maneja el ajedrez de su vida ha de divertirse a carcajadas. Según me cuenta, Dalila, (nombre no por demás profético) ya ha presentido su interés por ella. Y en una especie de estrategia lo mantiene alejado, esto porque ella tiene un interés oculto por Ramón, quien es un profesor de física en una escuela cercana. Y este a su vez no siente interés por ella, porque siente un profundo amor por Regina, la secretaria del departamento de Letras de una universidad. Imagino que Regina, chica a la que conozco poco, ha de tener un interés oculto por otro pendejo que se hace miserablemente el desentendido.
Como aquel perro que corre a su cola y no la alcanza. Por otro lado la chica enamorada de Alex lo persigue a todas horas. A todo lo que Alex me ha contado, deduzco, que a ella, otro tipo ha de perseguirla con la misma insistencia.
Mi amigo respira profundo al saber que esa cadena es imposible de romper para su beneficio. Y que él, como en toda buena cadena, no es el eslabón débil para quebrarse.
En esa cadena de amores inconclusos mi amigo está encerrado. Casi sin poder salir. La chica que le quita los sueños, no desea hacerlo. -Y es razonable, quién desea estar en donde no quiere estar. –me dice resignado Alex. –Yo por lo menos no lo haría.
De alguna manera estos problemas amorosos son frecuentes. Esa abstracción de los sentimientos que se tratan de enfocar hacia el lado equivocado, o por lo menos hacia alguien que no lo meceré. Pero ¿Qué determina ese merecimiento? No hay nada escrito que diga sobre este caso específico, donde este sentimiento queda, hasta cierto punto, ridiculizado.
En esa perseguidera montada por Alex, a Dalila que seguramente se la monta a otro tipo. Y que Alex casi fielmente replica, es como para revolcarse de la risa.
Ahora bien, ¿Qué queda? –le pregunto. –Pues nada –responde –Simplemente aguantarse, esperar que la cadena se rompa a mi favor, y me quede del lado que me conviene. –pero ¿eso no sería inconveniente para ella? –pregunto inocentemente. –Tal vez –responde.
Esas cadenas son el infierno de muchos, ser querido y a la vez no. Eso de los enamoramientos son sucesiones infelices donde nadie gana y la lógica parece perder la partida.
Ángel Elías
Comentarios
Saludos
Abrazos.