
Aunque parezca ilógico, los deseos de uno, deben matar a alguien. Y es que lo que más deseaba en la vida era que Marina regresara a mi vida. Ese debate entre lo que esta bien y mal ya no va conmigo. Y la muerte entonces… podría ser la mía si Marina no regresa. Aunque la carta no especificaba más, ¿cómo debía ser la muerte? ¿Había que reportarla? No decía nada, por lo que me pareció una idea absurda, al principio.
¿Cómo matar a alguien? Realmente, creo que debería ser alguien que no conozca, aunque si fuera alguien que conociera, creo que sería más fácil. Sabría cuando estuviera solo. Y en ese momento se me cumpliría mi más lúgubre deseo. ¿Armas? Dios, no me gustan las armas prefiero hacerlo más sutilmente… ¿veneno? Creo que tengo que seguir pensando.
La muerte de alguien no es tan fácil como aparenta en los periódicos. Esas muertes son casi inhumanas. ¿Una bala perdida? ¿Un cuchillo? Cualquiera merece algo mejor.
La idea de recuperar a Mariana, me motiva a pensar. ¿Y si no funciona? ¿Y si solo es una mala broma? Acabaré con la vida, sin motivo. ¿Y si en realidad funciona? ¿Si regresa Marina? Creo que sería muy feliz. Pero hare infeliz a una familia. Un dilema…
Sin embargo está en juego la felicidad. Y un deseo supremo de ver a Marina conmigo de nuevo. ¿Qué soy egoísta? ¿Qué no tengo escrúpulos? Eso díganselo al tipo que ahora se pasea con Marina y que sabiendo que andaba conmigo la cortejo hasta que ella se fue con él. ¿Dignidad? Absurdo, es un juego tonto de palabras que supuestamente mi terapeuta usó para que no siguiera sintiéndome mal. La muerte, ronda en mi cabeza… y Marina en un auto ajeno.
Después de una semana, Marina me estaba llamando pidiendo perdón. Según parece la carta en realidad tiene poderes especiales cuando se cumple con sus reglas. No fue tarea fácil matar, fue esfuerzo y noches en vela planeando y ejecutando. El tipo con el que andaba Marina, se fue con una tipa que conoció en un bar que él frecuentaba. La muerte es fácil cuando sus motivos no son tan malos.
En toda la semana escribí cartas a las señoritas del barrio. Escribí como mil, firmadas por el, hasta ese entonces, novio de Mariana. Donde juraba amor eterno a cada una de ellas. Y las citaba a un bar cercano, a una hora determinada. Casualmente yo sabía que allí se encontraba el tipejo ese. Llegaron a la cita unas cinco chicas. Muy pocas creyeron la misiva. Él nada perezoso invita a tomar a todas. Y ellas comienzan con el flirteo. Cuando llega Marina esa escena se vuelve un espanto.
Creo que maté los sueños del tipo con Marina. Maté mi tiempo haciendo tanta carta estúpida y cursi. Marina está una vez más conmigo como ofreció la carta de la muerte. Realmente no me gusta la sangre.
Ángel Elías
Comentarios
Buena historia, interesante final, casi como 'El entierro' del Gran Moyas...
Saludos
Cuando nos encontremos un día de estos te la enseño... pero que no lo sepa la gente o me perseguirá por la carta de los deseos.