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Sismos


A lo largo de nuestra existencia los temblores vienen a cambiar nuestra cotidianidad. No hablo de los grandes terremotos, ni tampoco de las catástrofes mundiales, simplemente hablo de los pequeños movimientos de tierra que nos hacen quedarnos en silencio por un momento. Los sismos suelen sorprendernos, suelen causarnos un poco de miedo y es por unas horas o días el tema de conversación -¿sentiste el temblor?

Esta vez quiero referirme a los temblores personales, aquellos que tambalean y bambolean, cual péndulo, nuestra vida. Son necesarios al fin y al cabo, porque nos demuestran la fragilidad de nuestro destino, nos muestran lo poco estable de nuestra vida, como la conocemos. Esos sismos personales, que nos hacen reflexionar sobre las cosas que hacemos o dejamos de hacer. Son el estornudo del mundo, lo que nos sacude para despabilarnos, cuando nos dormimos en nuestra tristeza o nuestra alegría. Durante un sismo, todo se queda callado, solo el rumor de la tierra estremeciéndose se vuelve la voz reconocible de la tierra para contarnos que ya nada será lo mismo. Todos tenemos ese temor a que la tierra se mueva y aparezcamos en el otro lado del mundo. En nuestra vida, esos sismos traen silencio de desazón.

Entonces somos un cúmulo de silencios internos que al sentir el movimiento, se desatan. Toda la energía acumulada se vuelve una fuerza potencial que estremece. Y que muchas veces no entendemos. Durante el sismo, todo es confusión. No sabemos qué pasará, si empeorará o será una anécdota más. En nuestro interior, esa fuerza que moviliza nuestros sentimientos hace lo mismo, nos desconcierta.

Al finalizar, ya no es nada como antes, hemos sobrevivido a un gran fenómeno, a veces extraño, otras veces sorpresivo, pero nunca inadvertido.

Nuestros sismos personales nos dejan con grietas por todos lados. Nos dejan descorazonados, polvorientos y desubicados. Porque nunca los esperamos, suceden en el momento más apacible de nosotros, cuando pensamos que nada más puede pasar.
Sin embargo son necesarios, para sacar tanta fuerza acumulada, tanto dolor, alegría, tristeza, congoja, frustración, euforia acumulada, puede que de años o puede que de horas. Entonces nuestro cuerpo, necesita sentirse estremecido, y arremetido constantemente por ondas telúricas que parten de alguna parte de nuestro ser, algo que nos desconcierte, que nos despierte.

Luego viene el silencio. Esa maravillosa ausencia de sonidos. Donde nada más importa que no escuchar. Poco a poco, las luces se encienden, los sonidos vuelven en un concierto de colores y bengalas sónicas que anuncian que lo peor ha pasado. Que tal vez solo queden las replicas, pero solo tal vez.

Los sismos aparecen cuando, estamos absurdamente solos y necesitamos una sacudida.

Ángel Elías

Comentarios

Koan Resuelto dijo…
A veces -creo que- no se necesita la soledad para que ocurra alguno de esos sismos a los que te referís...

Pero si, definitivamente, las consecuencias suelen ser mucho más perceptibles cuando no hay nadie a tu lado.

Saludos.
Angel Elías dijo…
Koan: en guate... tiembla, dicen que es un área altamente sísmica

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