Con la paranoia provocada por la fiebre porcina, me he dado a la tarea de notar algo interesante. Muchos guatemaltecos creen que nos vamos a morir todos, de uno en uno y con los peores sufrimientos. Que nos ha caído una especie de peste con la que aparecerán muertos por todos lados y tirados en las calles devorados por los buitres. Que seremos una especie de mutantes, dignos de una mala película gringa post-apocalíptica. Ciertamente no hay que restarle importancia a esta enfermedad, que al igual que muchas anteriores y muchas que vendrán, han asolado y asolarán a la humanidad. Sin embargo en ese estado de psicosis colectiva y paranoia salen a luz las más insospechadas creencias. Que de alguna manera viene a demostrarnos que vivimos sumergidos en una especie de oscurantismo mental.
Y tenemos allí rumores, falsas creencias, supersticiones, entre otras bellezas. Viene el gobierno y a cada momento repite la misma cantaleta: La gripe no se transmite por la carne de cerdo. Y los expendios de carne de cerdo realizan la campaña a favor de comerse al animalito. Y el guatemalteco se confunde. ¿Si no se transmite por carne de cerdo, por qué se llama porcina? Y entonces algún cable en la cabeza se cruza y hace cortocircuito. Comenzando así, las creencias poco lógicas y mágicas. Allí donde llega la razón, comienza la desazón.
En una radioemisora un escucha comenta “Aquí en Guatemala no puede llegar en esa enfermedad porque somos católicos” (¿?) Ante tal desatino no se puede decir nada. Este comentario fue precedido por una serie de habladurías sobre el fin del mundo y el arrepentimiento de los pecados. En realidad las personas piensan eso. Sinceramente creo que Dios no tiene nada que ver en nuestros desatinos. Y que la religión no puede hacer, como en muchas otras cosas, absolutamente nada frente a una pandemia. Pero en algo hay que creer, así sea algo ilógico. ¿Las millones de personas que viven sin ser católicas, están condenadas a morir?
Creo que de alguna manera nuestra muerte se suma a nuestra ignorancia. A nuestra forma de ver la vida. En todo caso ¿Cuál es el miedo a morir? ¿Tenemos demasiadas deudas a resolver en el más allá?
La gripe porcina viene a develar que aun somos un pueblo sumergido en la edad media. Que las condiciones en las que vivimos son insalubres. Que si no nos mata la gripe, nos mata cualquier otra cosa, una bala perdida, una disentería, el cólera, un piloto de bus ebrio. Y que realmente somos frágiles. Tanto que un estornudo en cualquier parte del mundo nos manda al hospital, donde no existe siquiera las condiciones dignas para morir.
Dentro del realismo mágico del guatemalteco, algo nos salvará. La paranoia, un poco de oración y la desconfianza, que es lo que ha caracterizado al guatemalteco a lo largo de su historia.
Ángel Elías
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