Cuando uno se va adentrando en la lectura, cada personaje toma forma e historia dentro de la trama. Pero lo que más sorprende es el parecido que tienen los personajes con lo cotidiano dentro de nuestro imaginario. Muñoz retrata de manera impecable en más de un cuento a cualquiera de nosotros. Seres comunes que deambulamos en las calles de Guatemala y que comemos en cualquier esquina. Talvez nos hace recordar que las grandes historias se gestan en cualquier lugar. Y que esos grandes personajes pueden ser cualquiera.
Las historias de Víctor Muñoz, sorprenden, pero por su parecido con lo habitual. Con lo que probablemente ya no nos asombra, pero que sucede a menudo.
En diecinueve relatos, nos esboza una sonrisa o nos desata un suspiro. Por esa pelea que tenemos con el pasado. Y que Muñoz sabe manejar muy bien. Sabe que de alguna manera, los guatemaltecos, estamos enfermos del pasado. Que añoramos los tiempos mejores. Y que de alguna manera no podemos ver hacia delante sin llevar las maletas llenas de recuerdos.
Se dibuja a ese guatemalteco, tan común como inseguro. Que busca recetas milagrosas para hacer amigos. O que quizá sueñe con encontrar el amor en cualquier esquina del centro.
Es ese individuo que deambula buscando trabajo, que trata de explicar la vida con pocas palabras, talvez con pocas ideas. Pero que logra, sin embargo, un paisaje bizarro de explicaciones muy a la media de éste; denominándola como una vida perra, llena de chismes y rumores de barrio.
Posdata, ya no regreso, es una alusión del mundo. Es mensaje a destiempo de sus injusticias. Además de una respuesta del individuo que lo sufre, cuando ve que la vida deja de ser vida para volverse talvez ingrata.
Pero ¿Quién de nosotros no se ha encontrado alguna vez con alguno de los personajes? Desde la esposa del jefe, hasta la vecina de a lado, tienen cabida dentro de las historias de Muñoz. Ese es el eje que hace encajar sus historias. Hace reflejarnos en las historias, y que por cierto es un fiel espejo de lo que padecemos, sufrimos y por supuesto de lo que después reímos. Pero es una sonrisa lograda con dolor. Una sonrisa lacónica, muy nuestra.
Talvez con el tiempo y Detrás del Biombo, la vida nos sonría y nos revele el mejor de sus secretos. Para que luego nos frustre cada uno de nuestros sueños. Y que tratemos, inútilmente, de reconstruirlos, con los pedazos que nos quedan. ¿Lo logramos? No lo sabremos, en algún momento se pierde la esperanza. Y por más apatía que miedo dejamos que las cosas se resuelvan con el tiempo. Talvez sonriendo cuando las situaciones que alguna v
Así somos, unos seres nostálgicos, amantes del fútbol, apáticos, desconfiados y nazarenos. Somos lo que Posdata, ya no regreso, desea, una sociedad única y a veces hasta desamparada.
Pero queda lo bueno, después de todo. Lo que nos mueve, lo que nos obliga a seguir. Ese primer amor que lo deja a uno enfermo de recuerdos para toda la vida. Son cosas ridículas, es cierto, pero buena parte de lo que es el amor es eso... Y que acompaña al lector a través de este libro a amar la lectura, como a ese primer amor, el que algún día se nos escapó.
Posdata: Lo recomiendo
Angel Elías
Comentarios
Los guatemaltecos que conozco, efectivamente, tienen un recuerdo entrañable del pasado. Quisieran detener el tiempo y desandar el camino, es una forma de nostalgia.
Un abrazo.