
¿De quien confía o de quien abusa de la confianza? ¿De quien se deja o de quien se da cuenta de su vulnerabilidad? ¿Quién en realidad tiene la culpa? Ciertamente algunas veces confiamos en quien no debemos confiar. Y nos sucede a menudo, buscamos a quién entregarle el amor, a quién entregarle nuestro dinero, a quién entregarle el gobierno. Y generalmente nos equivocamos, y cuando nos damos cuenta, ya estamos envueltos en una madeja de problemas casi sin solución, y que en realidad hubiésemos podido evitar si eligiéramos bien. Aunque otras veces la elección no es nuestra, porque depositamos la confianza plenamente en las facultades razonables de esa otra persona. Simplemente toma esa responsabilidad y luego la niega. Y por eso estamos en ese atolladero sin razón. Y no podemos salir por nuestras malas decisiones, o en peor de los casos por nuestra falta de decisión.
¿De quién es la culpa? ¿Acaso no podemos todavía tener ese hálito de duda como para depositar una espora de esperanza que todo puede ser distinto? De allí parte nuestro pesimismo como guatemaltecos. Un cúmulo de decepciones antes de encontrar la verdad. Por ello elegimos un pésimo presidente o una mala pareja. Porque creemos que nuestra elección depende del qué nos queda o del miedo a lo que desconocemos. Que por cierto es un temor infundado, tonto e irracional. Y nos vamos por lo fácil. Por lo que no tiene riesgo. Por ello seguimos siendo un pueblo esclavo, que no soporta los cambios, que no tiene tolerancia y por encima de todo, un pueblo abatido y decaído.
¿De quién la culpa? Y podríamos achacarle nuestra miseria al pasado, que buena dosis lo tiene, que lo conocemos, pero que lo negamos. Y que de alguna manera influye en nuestro pensar. Sin embargo, esa negación al pasado también es una negación de una posibilidad al futuro. ¿Cuál es el miedo? ¿A mejorar nuestras condiciones? A que (en el caso político) nos invadan los comunistas, (en el caso personal) A que nos descubran tal como somos.
Es triste pensar que el atraso de muchas de las cosas que suceden en este país se da por la falta de visión al futuro, de no plantarse en el presente y por no querer voltear al pasado. Pensando que el pasado es solo un conjunto de resentimientos, el presente un miedo infundado y el futuro, que es algo que desconocemos.
¿De quién es la culpa? De nosotros, que se nos escapa el futuro de las manos, de quienes no tomamos el riesgo y la vida por los cuernos. Entonces esa la confianza se pierde, porque nuestras decisiones son erráticas. Pero la confianza la perdemos hacia nosotros. ¿No somos capaces de torcer el destino, nuestro destino? O ¿Simplemente no queremos?
¿De quién es la culpa de que tengamos un gobierno ineficiente, una pareja inestable, un trabajo mediocre, una vida miserable? ¿De quién es la culpa cuando hablamos de nuestra infelicidad? Sino de nosotros. Porque tomamos las decisiones equivocadas. Las malas que parecen buenas y las buenas haciéndolas mal.
Y luego la queja de ¿Por qué nos sale todo mal? ¿Por qué tenemos un desgobierno? ¿Por qué somos infelices en nuestra existencia? Y la respuesta siempre ha estado allí, al alcance de nuestra mano, que no la queramos ver ya no es culpa de nadie más.
Ángel Elías
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