A finales del siglo XIX se comienza por la iglesia católica una tradición que se perpetúa a través de los años en Guatemala, la quema del Diablo. Con los años y con el tiempo pase de ser una necesidad a una tradición con bases arraigadas en la mente del guatemalteco. En un principio los fogatas se colocaban en las puertas de la casas para iluminar el paso de la Virgen de Concepción por las calles de la Guatemala de la Asunción. Ya que estas estaban pobremente iluminadas por faroles. Al paso de la virgen se creía que debía iluminarse y con ello se bendecían al paso. Luego la fogata tuvo un giro. Se convirtió un arma para sacar al diablo y que entonces el paso procesional pasara por lugares limpios del mal. Y así ha sido hasta la actualidad un arma para acabar el diablo (irónicamente gracias a Dante, se cree que el diablo vive en el fuego). Eso no evitó que la tradición de quemar al diablo se fuera extendiendo por toda Guatemala, dando así la pauta para que se formaran hasta creencias que confirmaban el hecho: El Diablo se muere en el fuego.
Según Elías Canetti, el fuego para muchas civilizaciones tenía poderes de purificación, por ello a todo nos da por prenderle fuego. ¿Quién no ha quemado cartas de un antiguo amor? Entonces dentro del pensamiento colectivo sucede algo similar. El fuego purifica, mata el mal, sin posibilidad a que vuelva. El fuego también extasía, atrae. Por ello vemos niños embelesados quemando pirotecnia. En nuestro pensamiento más primigenio creemos que el fuego acabará con todo. Por ello en el catecismo ya no se nos amenaza con otro diluvio, sino con un cataclismo similar a Sodoma y Gomorra.
En Guatemala la quema del diablo es un mecanismo que dentro de la psicología se le llama proyección. En un objeto proyectamos toda la frustración acumulada en el año y que mejor si lo incendiamos. Entonces estamos satisfechos, y nos volcamos de lleno a las festividades de fin de año. Nos descargamos. El mecanismo es similar en los linchamientos. Prácticamente estamos linchando al chamuco.
¿A nivel personal hacemos siempre algo similar? ¿Tenemos nuestra quema del diablo? Algunos sí, otros simplemente se reprimen. Sucede que en Guatemala las cosas no son como se dice, ni mucho menos son como se ven. Todos llevamos un calvario dentro. Unos muy pesado otros, un tanto mas livianos que se disipa con unas gotas de licor.
El asunto aquí es encontrar al diablo que toma muchas formas decía el sacerdote de la iglesia a donde iba comer hostias. El truco es dar con él y prenderle fuego, por supuesto, en sentido figurado. Lo que sucede es que no reconocemos ese desequilibrio que no nos deja ser felices y corremos por el mundo viendo quien nos la paga. Y nos volvemos pirómanos de inocentes. (¿Un tipo de terrorismo?) Nos pasamos la vida incendiando y tratando de justificar por qué actuamos así.
Es cierto, el diablo toma muchas formas, pero casi siempre sabemos reconocerlo. Otras veces no queremos afrontarlo y lo más fácil es proyectar toda esa frustración en una piñata y prenderle fuego. Desafortunadamente así somos. Una sociedad que evita ver que el mal es mucho más de lo que imaginamos. Que nuestros problemas no se solucionan con un figurativo fósforo y un poquito de gas. Mucho menos incendiado a medio mundo.
Elías Canetti, tenía razón en algo. Somos animales de miedo.
Ángel Elías
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