
¿Que nos queda? Pensar que las cosas tienen remedio. Las tendrán. Por ratos salgo a la calle y me topo con una manifestación de maestros quemando llantas y peleando con autobuseros, pasajeros que llegan por enésima vez tarde al trabajo. En mi trabajo ya maté a todas mis abuelas, dice un piloto atrapado en el denso tránsito de una ciudad gris. Poco amigable. Unos policías pasan cerca del lugar para verificar el orden de la manifestación. Regresan a la subestación seguros de que todo está en orden. Maestros en la calle, niños en la casa viendo los Teletubies, pilotos al borde de la histeria, reza el informe policial. Mientras en la televisión, el jefe de la policía es acusado por involucrarse al narco. No tiene pruebas, piensa. He salido de peores situaciones. La noticia es un reguero de pólvora. La ven en todas las tiendas que dicen que al azúcar se escasea, que se vendará medida. Pesadilla de los Neoliberales. Un tipo remoja su champurrada dentro de una bodega llena de azúcar, su jefe le ha dicho que no saque nada hasta que se ponga mejor el precio. Ese hombre se roba una cucharada, para su café. Al mismo tiempo piensa en el cobro de su cheque solidario. Sabe que si manda a sus patojos a estudiar tendrá su dinero seguro. Y si consigue algunos nombres más, será mejor el dinero. No importa si firma papeles donde dice que recibió dinero, aunque no está seguro si es todo.
En este país… cuando salgo a caminar, no puedo porque es una ciudad de autos, porque es una ciudad solitaria, impersonal. Porque la muerte ronda en las esquinas, fuma en las cafeterías, bebe en las aceras de las calles. Pero a pesar de todo en este país, la esperanza tiene un alma de mujer, consejera, con una sonrisa que conquista. Es sensible, es hermosa. Tal vez lo único que me tiene anclado a esta tierra.
Ángel Elías
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