
Para aquella noche ya había despertado sudado. Con la mente agitada y la respiración sin control. La había soñado una vez más. No entendía como después de tantos años la volvía a soñar. Sus labios, su cabello suelto, su olor… su forma tan peculiar de reírse. Desde su separación, jamás la tenía en sueños. Enciende la luz y ve que todo sigue igual, un auto pasa por la ventana que da a la calle y por un momento dibuja la silueta de su limonar en la pared de la casa. Pero nunca la había soñado (que los nuncas se llegan) y ya eran casi hace veinte años. Ya él tenía una casa, una esposa que duerme a su lado, una hija adorable que tiene agujeritos en las mejillas cuando sonríe. ¿La última vez que la vio? En el parque que queda cerca de la casa donde se conocieron. Una casa donde ambos llegaban a recibir clases de cocina. Ambos amaban la cocina. Se conocieron, se rieron, se amaron rápidamente. Pero ¿Por qué la recuerda ahora? ¿Por qué los recuerdos se agolpan cuando duerme junto a su esposa? Un miedo visceral le recorre por las entrañas, una serpiente fría recorre su espalda. La noche esta silenciosa, nadie más sabe lo que aquel hombre piensa. Menos aquella mujer con la que quemó un pastel en su segunda clase y que ahora puede estar en cualquier parte del mundo menos junto a él. ¿Por qué tanto miedo a un sueño? Todos soñamos a todos. Pero su sueño era deseo. Era recordar todo lo que pasaron juntos hace veinte años. Y su intensión oculta para que vuelva a pasar.
No hay nada que mate más rápidamente que los recuerdos inconclusos. Y el sueño repetitivo de un hombre por una mujer que no ha visto. ¿Cuándo dejó de querer a aquella mujer de los sueños? Parece que nunca. Y suda nuevamente. La tarde que ella se fue, todo parecía de lo más normal. Salieron, sonrieron, se divirtieron, la acompañó hasta casa. Y allí acabó todo. Su olor, su sonrisa, su forma de besar acabaron.
Veinte años después aquel hombre despierta, en alguna parte del mundo. En alguna parte de la noche, con miedo. ¿Qué pasó ese día? ¿Qué pudo haber cambiado tanto como para desconocerse? ¿Aquello solo fue una alucinación? El hombre tiembla pensando la respuesta. ¿Dónde esta ella?
La noche sigue silenciosa. Su esposa al lado se mueve.
¿Por qué en estos momentos los recuerdos regresan? Parecen barcos de papel desfilando después de la lluvia. Uno a uno pasan. Uno más claro que el otro. Pero no termina por aclara las cosas, las enturbia más. Y un sentimiento de impotencia lo embarga por tantos años reprimidos. Y ¿si no la hubiera dejado ir? Y ¿Si? Nada, absolutamente nada es válido. Todas las locuras (incluyendo esta) sabe que las hizo por ella. Todo se perdió en un momento. En algún punto de la vida hace 20 años un nudo no fue deshecho. Y ahora vuelve con todo el peso del tiempo. A tratar de reconciliarse. Cómo si eso se pudiera. Aquel hombre, en aquella cama, con una mujer, está sudando después de un sueño extraño que no logra explicar, en él aparece una mujer… que ahora es su esposa.
La madrugada parece que no termina.
Ángel Elías
Comentarios
los fantasmas aparecen en todos lados, a todoas horas, nos observan y nos acompañan...
Me gustó tu reflexión, gracias