Por: Guillermo Paz Cárcamo
El ejército, el gobierno e Israel entero han perdido las últimas batallas contra los palestinos. En el 2006 se lanzaron contra los palestinos ubicados en el Líbano, con el pretexto de rescatar dos soldados Israelitas capturados por la resistencia. Luego de un mes de destrucción y muerte contra la población civil, se retiraron sin recuperar a los soldados prisioneros. Fue una derrota militar como el mismo gobierno israelí lo reconoció. En esa misma batalla atacaron Gaza, al otro lado del Líbano causando una enorme destrucción civil. Total: mataron a 600, 1200 heridos, 800 mil desplazados; casas, carreteras, hospitales, centrales eléctricas etc, destruidas. Casi $ 3 billones las pérdidas materiales; las civiles incalculables. Solo odio dejaron en el alma Palestina.
La pérdida de la batalla del Líbano, no solo fue militar, también fue política porque internamente el pueblo israelita se convulsionó por la brutalidad utilizada por su ejército y el gobierno contra la población civil palestina e internacionalmente, se podría decir que por primera vez, se levantaron encrespadas voces en Europa, países árabes, latinos, africanos y asiáticos, denunciando las atrocidades del Estado israelí hacia el pueblo palestino.
Libano es un país largo y montañoso, pero Gaza es una pequeña franja de tierra plana de escasos 300 km2 donde se hacinan más de un millón y medio de palestinos -4118 p/km2- en su inmensa mayoría menores de edad. Ha sido un territorio ocupado por el ejército israelí y a partir de 2005 cercado por todos lados como un enorme gheto donde el Estado de Israel mantiene un férreo e inhumano control sobre lo que entra y sale de ese territorio: comida, medicina, energía, ropa etc.: El Cardenal Renato Martino, ministro de Justicia del Vaticano y embajador de Ciudad del Vaticano ante la ONU, se ha referido a la Franja de Gaza como un gigantesco campo de concentración. Su objetivo: forzar a los palestinos a hincarse, asimilarse o abandonar el territorio.
Pero el pueblo palestino ha resistido todas esas iniquidades de Israel. Se las ingenió para abrir cientos de túneles hacía el territorio egipcio desde donde ingresa lo mínimo para sobrevivir, resistir y luchar por su identidad e independencia.
Aprovechando los últimos días del gobierno de Bush, incondicional en las tropelías de Israel, se lanzaron a una nueva batalla contra el pueblo palestino en Gaza: su objetivo, destruir la infraestructura gubernamental y civil, matar a sus líderes, demoler los túneles, quebrar las milicias y policía, impregnar de horror a la población civil destruyendo toda posibilidad de sostenimiento de vida: agua. Luz, comida, medicina, etc. No les importó utilizar masiva e indiscriminadamente artillería, tanques, aviones buques, sino además armamento prohibido por las Convenciones como bombas de fósforo blanco y de racimo contra la población civil.
Después de tres semanas de invasión, los israelitas se retiraron precipitadamente sin lograr ninguno de sus objetivos fundamentales: los líderes siguen vivos, la estructura miliciana sigue combatiendo y disparando contra el invasor, la organización del pueblo sigue en pie, consolidada, la organización política intacta y los túneles siguen abiertos.
En un innegable genocidio, el Estado israelí, mató a 1300 personas en su mayoría niños, jóvenes, mujeres y ancianos; mutiló a casi 6000 usando armas prohibidas y bombardeos indiscriminados.
Por eso cientos de miles gritaron a lo largo del mundo: “Hoy todos somos Palestinos”.
Así, esta batalla Israel no solo la perdió militarmente al no haber alcanzado los objetivos militares propuestos, sino además, perdió la batalla política y la batalla internacional. El Estado de Israel está hoy día más aislado que nunca por el genocidio cometido contra un pueblo prácticamente indefenso. Las voces en todo el mundo no solo se hicieron escuchar, sino forzaron a muchos gobiernos a condenar el genocidio, incluyendo la Naciones Unidas. O sea, la batalla de Gaza los palestinos la ganaron en toda la línea. El costo es altísimo, pero defensa de la libertad, la identidad y de la tierra que vio nacer a los palestinos hace cuatro mil años, no tiene precio y valió la pena.
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