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Mi vidita te ando I



Mi vidita te ando…

Foto: 1980

con mi lengua de brújula, por las esquinas de las hojas, hojas blancas, hojas escritas, donde la tinta cicatriza en tímidos dibujos -la interamericana, la luna que jadea, la estación de bus, la frontera, la sonrisa de mi padre, los ojos de mi hermana, cuidáte mucho, lo que no cupo en las cajas y las maletas que duermen y callan-, haciéndome la que pinto. Te ando, y el parabrisas aparta restos de mariposas nocturnas, fríamente, rítmicamente junto al rezo hipnótico del chofer sobre la línea blanca de la autopista que ya no mira las mariposas porque ya no existen las mariposas. Te ando, así son los éxodos, así son… mi vidita. Pero cómo olés a pasado, a café frío, a ojo noctámbulo, a papeles quemados, a gemido lírico, a viento frío, a nostalgia encubierta. Te ando, susurrándote un dolorcito, sellándote con besos por los parques, entre hordas de envenados de fe aullando versículos. Te ando, entre aulas y pasillos aforando la cordura, amando sobre la tarde cuando silba el viento, tan descompasado tan sin morada como esta que te anda, hilando pequeñas cartas in intercambiables de la memoria. Te ando con mi pasado tan maldito, tan inocente, tan rico, tan solo mío. Te ando, por el televisor y los periódicos con una piedra melancólica en la mano que salta al abismo cuando mi boca besa la serenidad de la noche. Te ando cuando abro los ojos, cuando los cierro, a parpadeo por escenario, a pregunta por sigilo, a noche por amante, a beso sin destinatario, a confesión por escalofrío. Te ando, tan ficticia como el teatro, pero no menos que vos mi vidita. Sobre el teclado de la computadora, sobre las orillas de la ventana, bailando al final de la noche, sola, al centro de la pista vacía. Te ando, en contiendas de desamor en las esquinas, cambiando de verde a rojo con el semáforo, pero sin alto. De equilibrista, de mirada en mirada, de tarde en tarde, cuando decido que el mundo tiene la forma de una canción de Eleonora Fagan hecha origami. Te ando, de papel, de uno que aguante la humedad del beso o de la sangre. Sobre esta columna de palabras te ando, fenomenológicamente sobre las líneas, o sobre lugares comunes. Te ando, avezada a estas lluvias, ajustando, reinstalando las cuerdas de la cardinalidad. Te ando climática, hablando, peleando sola, vitralizándote, describiéndote, tan luna, tan impúdica, tan poética, tan puta, aunque pierda el camino…tantas veces ya. Aquí estoy, an-dan-do-té mi vidita, sin censuras, al filo del alba, esa tenue línea de fuego que es mi cuerda floja, sola contra la memoria y los relojes. No hay discursos.


Alejandra Solórzano

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